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Restaurante Marbella




A mis hijos, Miguel y Samuel y a mí, no sé qué es lo que nos pasa, pero al final siempre nos terminan echando de todos los sitios por escándalo y alboroto. La última vez fue del restaurante Marbella. Nos dijeron que no podríamos volver por allí en mucho tiempo. Pero no solamente a nosotros, sino también a nuestra perra Kira por entrar en el local donde tienen prohibida la entrada los animales de compañía. Así que hemos decidido, después de 3 semanas, volver a intentarlo. Pero hemos ideado un plan. Yo me he dejado barba y me he cortado el pelo al 0 para que no me reconozcan. Miguel va a ir disfrazado de un ciego con unas grandes gafas de sol, un bastón y su perro guía. Y como a Kira la iban a conocer también, hemos decidido teñirle el pelo de rubio y sujetarle las orejas para abajo para ver si así se parece a un perro labrador de los que usan los ciegos.

Como a Samuel no había manera de disfrazarlo, porque se iban a acordar de él después de todas las trastadas que hizo la otra vez, hemos decidido que no entre en restaurante Marbella. Y lo hemos atado a la farola que está en la puerta. Cuando entramos, no nos reconocieron, se tragaron el cuento de que la Kira era un perro guía para ciegos. El problema vino cuando pedimos el desayuno para todos. Samuel, como estaba aburrido de estar fuera, llamó a la perra para que le trajese una tostada. Y la Kira dio un salto, le quitó la tostada a un hombre que estaba junto a nosotros y salió corriendo hacia afuera. Al tirar tan fuerte de mi hijo Miguel, lo arrastró por el local, y fueron a tirar a un camarero que iba con una bandeja llena de cafés y de tostadas, y cayó justo encima de una mesa donde estaban unos turistas alemanes. Yo no me lo podría creer, otra vez habíamos vuelto locos a todos los del restaurante Marbella. Samuel se reía mirándonos por la puerta de entrada. Miguel, intentando frenar a la perra, y a mí me dio una diarrea que tuve que salir corriendo al váter para poder esconderme de los camareros.

Al final, los de restaurante Marbella reconocieron a Samuel y llamaron a la policía. Pero por suerte, vino Emi, mi mujer y madre de estos dos monstruos, vino al rescate y pudimos salir todos corriendo. Por cierto que esta vez también nos fuimos sin pagar.
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